CAPÍTULO QUINTO
EL REINO DE LOS SUEÑOS
Cuando llegaban las noches, Cacaima pasaba horas meditando y preparando con ceremonia sus sueños, estaba tan fascinado por los misterios que le prometían, que a través de ellos hacia largos viajes, atravesando los campos en busca de su antiguo hogar, explorando ese extraño reino de la noche. En esas rutas oníricas aprovechaba para conversar con los espíritus de las plantas, las aguas y toda existencia del monte, quienes se prestaban para hacer de guía en su búsqueda nocturna por los confines de la selva.
Una noche, en un sueño solitario se abrió camino por entre las rocas que custodiaban la montaña, muy cerca de la enorme cascada por donde habría caído en su lejana infancia, allí encontró una pequeña grieta triangular que le daba paso a las profundas y calientes entrañas de la tierra. Cacaima se adentró en la gigante caverna al interior de la montaña y su espíritu se sentía pesado, avanzaba con cierta cautela dentro de la tenebrosa edificación que había construido la naturaleza; entre las estalactitas, la humedad y los seres nocturnos que vagaban por doquier, su curiosidad fue aumentando a cada paso, lo que hacía que cualquier temor se desvaneciera a medida que se internaba más y más en el sueño. Con dificultad caminaba por la oscuridad de la enorme cueva, mientras el tiempo se disolvía en el espacio y no se podía tener medida alguna de la distancia, así que pronto Cacaima logro atravesar la enorme caverna hasta la desembocadura, que misteriosamente daba a las orillas del rio Talauta; Lugar que reconoció inmediatamente después de cruzar el estrecho umbral de rocas y hierba que cubrían la entrada.
El alma de Cacaima daba enormes saltos de alegría, ¿habría encontrado su antiguo hogar entre la inmensidad verde y lejana de la selva?… Inmediatamente se precipito avanzando rio arriba, se sentía volar sobre las serenas aguas del río Talauta, con las ansias encendidas de llegar a su primer hogar y abrazar a su amada madre. Pronto alcanzo la orilla clara de donde habría partido cuando aún era un niño, y se quedó perplejo al ver el espíritu de su madre Oriona posada en una roca y en ella floreciendo una sonrisa. La emoción de los dos no cabía en este mundo que se recogía a su alrededor… sus almas se fundieron en un abrazo sin recitar palabra y hubo un resplandor entre los dos que iluminaba ese pequeño espacio en medio de la oscura selva, hasta que se quebró el silencio:
-Abuela madre, no he olvidado el amor que me has dado siempre- hablo tiernamente Cacaima, mientras acariciaba el rostro conmovido de Oriona.
– He esperado este instante durante años- contesto ella-, has logrado encontrar el camino de regreso, tu destino te trae a estas tierras con el espíritu libre y en mi corazón ahora mismo está golpeando el tambor de fiesta -.
–Madre, mi corazón quiere venir a visitarte y latir cerca al tuyo.
– Es el tiempo preciso Cacaima, si estás aquí es porque es hora de tejer todos los hilos. Ya conoces el camino de regreso, ¡vuelve pronto!
–ya encontré el camino, ahora solo espero el momento preciso, he recogido del monte las flores más bellas para traer de ofrenda, junto con todos los conocimientos escondidos de antiguos y sabios pueblos…
– Mi valiente hijo, yo seguiré soñando aquí hasta verte regresar, ve y cumple con tu destino, lleva mi amor, que es la mejor arma que puedo ofrecer para cuidar de ti en todo momento…
Oriona comenzó a desvanecerse lentamente en dirección a su vieja choza. -No lo olvides – concluyó – Aquí estaré soñando con tu presencia.
Los dos despertaron llenos de alegría en sus pechos y con el rostro ungido de lágrimas, entrañablemente aliviados por el añorado encuentro.
Por H.Martín
Escritor, guionista y poeta conceptual bogotano, cofundador de la organización ECONCIENTES, enfocada a a creación y fomento del arte con valores ecológicos y preservación del medio ambiente desde el área de literatura. Actualmente columnista de la revista Cultural Tras La Huella y miembro activo de RAL (Rutas de arte Latinoamericano).
Ilustración: Martin Bacatá
Artista bogotano,
diseñador,ilustrador y bioconstructor.